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Un paseo sin rumbo por la ciudad de Oslo

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Un paseo sin rumbo por la ciudad de Oslo - Alejandro en RAW

Seguimos en Noruega. Estamos en la capital, Oslo, dando un paseo sin rumbo después de pasar unos días de road trip por los parques nacionales de Jostedal y Jotunheimen entre bosques, glaciares y las montañas más altas de Escandinavia.

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Por cierto, si quieres saber cómo terminó el episodio anterior del podcast, a media tarde dejó de llover y salimos a recorrer un sendero alrededor del hotel, cerca del glaciar. Por supuesto, la lluvia nos pilló en mitad del camino, con lo que volvimos a tentar al Sistema Sanitario Noruego (Helsenorge) pero por suerte sin tener que utilizarlo. Mi voz se recupera pese a la mojada, gracias a que siempre vamos bien equipados (y eso es innegociable).

Llevamos ya varios días en Oslo. Para llegar hasta aquí recorrimos los 350 kilómetros de regreso por carretera hasta el aeropuerto de Oslo-Gardermoen, que se encuentra a unos 45 kilómetros a las afueras de la ciudad, donde devolvimos el coche de alquiler y conectamos con el tren rápido de la empresa Flytoget, que nos dejó en la estación central de Oslo, conocida como Oslo S, en un trayecto de tan solo 20 minutos.

Ahora mismo estamos dando un paseo sin rumbo por la ciudad. Concretamente estamos en la plaza de la estación de Oslo S, tomando los primeros rayos de sol mientras esperamos a que abran los comercios. Desde aquí vemos cómo se va despertando la ciudad mientras aumenta la frecuencia de los tranvías y las guaguas, momento perfecto para reflexionar sobre algunos aprendizajes del viaje.

Lo primero que me llama la atención es que reafirmo mi tesis del episodio anterior: a los noruegos no les interesa el turismo de masas. Al contrario de lo que vimos en los parques nacionales de Jostedal y Jotunheimen, en Oslo hay muchos visitantes extranjeros, pero la ciudad no está hecha para ellos, ni tan si quiera parece pensar en que estamos aquí. El turista debe adaptarse a Oslo y no al revés: los comercios no abren los domingos, mientras que casi nada está disponible en otro idioma, salvo los museos y algunas tiendas de souvenirs, que tanto abren los domingos como ofrecen sus contenidos en inglés. La ciudad de Oslo y sus habitantes parecen vivir ajenos al mercado turístico. Van a lo suyo y quien venga de fuera que se entienda, porque así les va bien. Además, este carácter le da autenticidad al destino. ¿Quién quiere viajar para ver lo mismo que ve todos los días alrededor de su casa? Por supuesto, es una pregunta con trampa.

Quienes venimos de una región basada en el turismo de masas como principal sector económico nos sorprendemos, y más que eso, nos llegamos a sentir mejor aquí que en casa, puesto que estando acostumbrados a vivir en un enorme parque de atracciones diseñado por y para el extranjero, encontramos aquí, tan lejos, algo de identidad y autenticidad, aunque no sean las nuestras.

Esta parada da para pensar en otros destinos que están saboreando el dinero perverso del turismo y están todavía a tiempo de salvarse, como es el caso de Islandia. Cuando viajé allí por primera vez en el año 2019 todo el país era naturaleza salvaje y vacía. Tres años más tarde, en un segundo viaje en el 2022 pude comprobar cómo se ponía en marcha la maquinaria del turismo de masas: los centros de visitantes y las tiendas de souvenirs invadían lugares que hace tan poco tiempo eran completamente inhóspitos e inaccesibles. En la prensa reciente he podido comprobar el malestar de los islandeses con los efectos de este cambio de modelo (Iceland Is Sick of Tourists’ Bad Behavior. Bloomerang, 2024), ni qué hablar del hartazgo que tenemos los canarios de esta manera de hacer turismo (Colectivos del 20A llaman a una nueva protesta masiva en Canarias. Canarias Ahora, 2024). Los primeros están a tiempo de dar marcha atrás, los segundos estamos atrapados en un círculo vicioso de complicada salida, pero no imposible.

Los noruegos, en cambio, parecen no querer meterse en estas movidas, les va bien así como están. Incluso en el ambiente se respira una comodidad de los locales con los viajeros, eso sí, manteniendo las distancias, cada uno a lo suyo y sin molestarse. Que se adapten ellos, pensarán los noruegos mientras yo pienso que quizás las solución canaria pase por copiar algo de este modelo.

En fin, nosotros continuamos el paseo sin rumbo por la ciudad de Oslo, aprovechando las últimas horas aquí. Es una ciudad relativamente pequeña, llana y rodeada de agua del fiordo que lleva su nombre. Pasear por aquí es muy cómodo, con la tarjeta Oslo Pass tenemos acceso a todos los museos y los medios de transporte público de la ciudad (metro, tranvía, guagua y ferris) así que aprovecharemos el día.

En próximos contenidos compartiré los itinerarios de este viaje a Noruega, tanto del road trip por los parques nacionales Jostedal y Jotunheimen como de estos días en Oslo, con su respectiva versión en formato podcast (siempre más extensa y con más curiosidades que la versión web). Suscríbete a la newsletter si quieres que te lleguen por correo electrónico en cuanto se publiquen.

Hasta aquí por hoy. Si te ha gustado esta entrega suscríbete para escucharnos en el próximo episodio y si conoces a alguien que crees que pueda interesarle este contenido, o mejor aún, servirle de ayuda, no dudes en enviárselo ya mismo.

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Aquí comparto una visión del mundo a través de los lugares, las historias y las reflexiones que transcurren viajando con mi cámara en versión RAW. Más información sobre mí >
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